Job 12:11 dice que el oído distingue las palabras paralelamente al paladar con su capacidad de degustar los diferentes sabores. Es una alegoría tratando de explicar el oído espiritual en términos humanos.
Yo prefiero asemejar al oído con el sentido de la digestión. El oído espiritual es como el sentido del gusto en un primer momento, en el que hay palabras que a mi me gustan y otras que no, por mi naturaleza pecaminosa. Por mi naturaleza nueva debo aprender a sentir el gusto a aquellas cosas que son mas convenientes para mi crecimiento y fortaleza espiritual.
Un ejemplo de esto es mi gusto por la ensalada de manzana de Wendy´s. (Apple Pecan)
Primero déjame preguntar, ¿Qué es mas delicioso, una ensalada o una pupusa de chicharrón? Inicialmente diría que una pupusa de chicharrón. Esto es así porque desde mi infancia me han enseñado a comer comida grasosa pensando que la grasa es un saborizante. (Así es la comida salvadoreña, maíz y aceite). Si toda mi vida he comido pupusas y comida grasosa, jamás podría apreciar el delicioso sabor de una buena ensalada; esto influiría mucho en lo que ordeno para comida cuando voy al centro comercial.
Si llego a comprender lo perjudicial que es un pupusa para mi salud y bienestar general en el largo plazo y me doy la oportunidad de apreciar el delicioso sabor de la ensalada, mi sentido del gusto comenzará a cambiar. Cuando lo haga por suficiente tiempo, mi aprecio por la ensalada será superior que por las pupusas y por supuesto, mi decisión al escoger alimentos en el centro comercial será ensalada. Tendré un momento totalmente placentero al lado de una deliciosa ensalada de manzana cuando y paladar haya sido enseñado. Eso me convertirá en una nueva persona mental, espiritual y físicamente.
Esto mismo sucede con la Biblia. Estoy acostumbrada a ver películas; luego, comienzo a desarrollar el hábito y el gusto por las Escrituras; más adelante, la Escritura se vuelve más divertida y placentera que las películas hasta que, finalmente, la televisión ya no es un problema para mí porque prefiero degustar un buen plato de Biblia en mis momentos de ocio. Al final de un año de LEER LA BIBLIA EN VEZ DE VER PELÍCULAS, no solo seré más felíz, estaré menos propensa a buscar satisfacción en el pecado y tendré mejor relación y profunda comunión con Dios, sino que además se notará en la manera en la que vivo, en la que hablo, en la que aconsejo, y en cada área de mi vida. Si se fijan, no leí la Biblia porque era una obligación sino porque era un completo placer ya que mi sentido de la vista (oídos y ojos espirituales) ha sido entrenado a disfrutarla. Lo mismo ocurre con la música y todos los otros placeres.
En otras palabras, la Biblia dice que debo aprender a ENTRENAR MI OÍDO no solo para que disfrute sino también para que comprenda el mensaje de fondo de todo aquello que entra a mis oídos y rechace lo que no edifica.(Isaías 50:4-5). Obviamente este es un entrenamiento del Espíritu Santo en el cual nos enseña a COMPRENDER los versos de la Biblia de una manera nueva y fresca cada día. En este entrenamiento, yo pongo la parte de Leer la Biblia o escuchar la Palabra en el mensaje dominical y el Espíritu Santo lo traduce para mi situación específica. Tendemos a entrenar nuestros oídos para escuchar el consuelo de Dios pero no para escuchar como debemos vivir para agradarle y evitar meternos en problemas, ya que la paga del pecado es muerte siempre.
Ahora bien, Romanos 1:17 dice que la justicia de Dios se revela por medio de la fé. También, Romanos 2:13 dice que son los HACEDORES no los OIDORES de la Palabra los que alcanzan JUSTIFICACIÓN EN YESHUA. Entonces, el oído espiritual está pegado por así decirlo al órgano de la fé y al de los ojos. El órgano de le fe es equivalente al sistema músuloesquelético, que da fijeza a toda la estructura corporal para caminar, sentarse y realizar cualquiera otra actividad. Si no hay músculos, puedo tener el deseo de mover mi mano pero no puedo hacerlo. De igual manera, si no tengo fé, la Biblia se ve hermosa en sus principios pero no tengo poder para vivirla. La visión, la fe y la gracia son los órganos que interactúan para que vivamos la vida cristiana. La visión son los ojos (y sistema nervioso central), la fé el sistema músculoesquelético y la gracia es el sistema nervioso periférico. La sangre equivale a la Palabra Rhema, es decir, aquella que ha sido procesada y creída con el potencial para ser vivida. La parábola del sembrador (marcos 4) explica estas verdades.
Entonces, la fe, ¿De dónde proviene? Proviene de un oído entrenado. Cuanto más entrenado esté mi oído, mayor fe tendré. Existe también el don de la fe pero eso se discutirá más adelante. Romanos 10:17 sustenta lo que se ha dicho. Asi que, mientras más oigo la Palabra, mas fé tendré para vivir lo que la Biblia dice. de igual manera, mientras más oigo las cosas contrarias a lo que la Biblia dice, tendré mas FE OPUESTA, la cual se denomina INCREDULIDAD. Yo decido cual tipo de fe quiero tener en mi, si fe o incredulidad a través de lo que a diario decido escuchar.
Bueno, este era el primer paso; continuando con nuestra descripción del oído espiritual, tenemos la parte del discernimiento o gusto por la Palabra, la fe y luego tenemos LA CAPACIDAD DE ESCUCHAR. Me gustaría que viéramos la parábola de los talentos en Mateo 25:14-30. En esta parábola se habla de tres hombres con diferente CAPACIDAD para ESCUCHAR la Palabra y ponerla en práctica. El primero tenía una gran capacidad para escuchar y aplicar la Palabra en su vida y produjo abundante fruto. La Palabra se multiplicó, no porque predicaba mucho necesariamente sino porque lo que oía lo vivía y las personas eran transformadas en su interior, a lo largo de su vida. El segundo no tenía tanta capacidad de escuchar pero en verdad producía fruto. El ultimo escuchó la palabra pero en lugar de ponerla en práctica la enterró, es decir, no la internalizó ni la vivió. Cuando se le pregunta por que lo hizo dice que le faltó fe...no creyó que habría recompensa porque no conocía al Amo (dijo que era malvado e injusto). Como le faltó fe no vivió por la Palabra. Debido a que no vivió por la Palabra no dió fruto alguno, nunca se apreció en su vida que era un cristiano o mejor dicho, un creyente. Como no vivió como creyente y no conoció a Dios, no se le dejó entrar al cielo. Este hombre no era un hijo de Dios y se supo porque no vivió como hijo.
De acuerdo a esta parábola, la Palabra de Dios se da en la medida de la capacidad de cada persona. Se esperaría que cada día, a causa de internalizar, la fe y vivir la Palabra, tuviéramos una mayor capacidad de ESCUCHAR. La Biblia está llena de versos que son increíblemente grandes para se comprendidos de una sola vez. Es como si tratáramos de comernos una vaca de una sola sentada. No se puede. Podríamos morir. La Biblia se come poco a poco en la medida de nuestra capacidad de oír.
Así como en nuestro cuerpo, el aparato digestivo corta los alimentos en porciones que logran entrar en la circulación, así debemos cortar las frases de la Palabra y pedir al Espíritu Santo revelación personal de ellos.
Por ejemplo, veamos el siguiente verso que es una declaración personal de quienes somos en El: 1 Juan 3:1a
Mirad cual amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios..
Yo puedo cortar la primera línea del verso en palabras más digeribles:
- Mirad
- Cuál amor (que clase de amor)
- El Padre nos ha dado (proviene de Dios y de ninguna otra fuente, es único)
- Nos ha hecho (proceso)
- Hijos de Dios
Cada una de estas sublíneas del texto son INMENSAS. No se pueden digerir de una vez. Yo puedo comenzar a declararlas en oración sobre mi vida pidiendo la intervención del Espíritu Santo así:
Mirad...
Espíritu Santo, ayúdame a ver ese amor en mi vida diaria...ayúdame a entender ese amor...¿Qué debo ver este día para comprender mejor este amor? ¿En qué no he sido capaz de ver reflejado este amor? ¿En qué manera he menospreciado el amor mostrado en la cruz del calvario? ¿En qué he menospreciado este amor a lo largo de la historia del mundo, de mi historia? Fácilmente podría invertir al menos 30 minutos indagando acerca de este amor y su significado para mi vida así como su aplicación en un momento de oración de comunión.
Veamos otro ejemplo con la adoración. Tenemos el clásico pasaje de Apocalipsis 1:11 Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Ultimo.
De nuevo cortamos las líneas:
1. Yo soy
2. EL Alfa
3. La Omega
4. Primero
5 Ultimo
Tu eres
Pido la intervención del Espíritu Santo para adorar en espíritu y verdad. Luego comienzo por declarar, Señor Yeshúa, Tu Eres el Gran Yo Soy que se reveló a Adán en Edén...a Abraham en el encinar de Mamre...a Moisés en la zarza ardiendo...a Isaías en el templo....Tu eres el Gran Yo Soy que derribó a quienes te querían capturar! Tu eres...eres el ÚNICO, no hay nadie como tu...etc, etc. De nuevo, puedo invertir unos 30 minutos o más adorando en espíritu y en verdad con este verso.
Y si se trata de un verso sobre los estatutos que debemos vivir, Ejemplo, Santiago 1:22
Pero sed hacedores de la Palabra y no tan solo oidores, engañándoos a vosotros mismos
1. Pero Sed
2. Hacedor de la Palabra
3. Oidor de la Palabra
4. Engañado a si mismo
De nuevo, puedo comenzar con "pero sed..." y decir, Espíritu Santo, ayúdame a ser, proponerme de manera intencional a VIVIR la Palabra. Enséñame específicamente qué área de mi vida estás llamándome hoy específicamente a poner en práctica. Muéstrame en qué área he estado tan solo escuchando y no haciendo, viviendo la Palabra. Dame tu poder para vivir...etc, una oración devocional.
Porciones así de cortas se pueden digerir a través de nuestro tiempo de oración. Por supuesto que esto es parte de todas las disciplinas espirituales como ayunar, servir, dar, leer, meditar, estudiar, compartir y orar la Palabra. Si hacemos todas estas cosas nuestro oido espiritual crecerá en su capacidad de escuchar. De nuevo enfatizamos que de acuerdo a la Biblia escuchar significa hacer o vivir lo que escucho por medio de la fe y eso significa transformación personal y frutos así como mayor capacidad para seguir escuchando.
Muchas veces sentimos que las predicaciones parecen monótonas pero para quien tiene un oido disciplinado, podría escuchar la misma predicación pero Dios le hablaría algo distinto a su vida y lo desafiaría de manera personal.
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